Fue un 31 de agosto cuando llegué a esta ciudad, sólo lo hacía para tomarme un descanso y, bueno, para encontrar algo de diversión. Esa misma tarde recibí un mensaje que decía algo así: “Y a qué hora llegas, Maria Carolina?” Entonces lo tuve claro: vine a buscar problemas…
De vez en vez se me escapa una sonrisa cuando recuerdo su cara de desconcierto al percatarse de su gran error. La diversión estuvo primero y luego vino el descanso, al día siguiente claro está.
Aquí no hay furrusca.